Tal vez la mejor forma de describir esta película sea diciendo que no es una película de acción, sino más bien de inacción. Trata de un grupo de soldados tailandeses afectados por una enfermedad que los hace dormir de forma casi ininterrumpida quienes están internados en una escuela dispuesta como hospital. La escuela está construida sobre un viejo cementerio khmer y por eso tras el sueño de los soldados hay todo un conflicto espiritual que incluye reyes guerreros de la antigüedad, diosas princesas que se encarnan para charlar, espiritismo, sueños y aspectos científicos sobre lo que pasa en el cerebro de quien duerme. Eso además de los problemas cotidianos de quienes cuidan a los soldados y las situaciones que se dan por la narcolepsia de estos. Tal vez hay que tener mentalidad de oriental para entenderla, aunque se puede asumir como un ejercicio de meditación que no requiere interpretación sino contemplación. Para eso sí se presta muy bien la película cuyo manejo del tiempo es bastante oriental y requiere de paciencia, mucha paciencia, para ser vista. Hay muchas escenas silenciosas en las que solo se ve girar un ventilador, como cambia el tono de una luz de neón, o una persona cagando en la selva. Si uno no es un hipster posmoderno tailandés lo indicado es un porro y poner la mente en blanco antes de ver la película. Lo más seguro es que termine como los soldados protagonistas.