La trama no es novedosa y es más bien minimalista; un grupo debe cruzar un territorio lleno de peligros para cumplir una misión. En este caso unos monjes y un criado sordo deben llevar una reliquia desde una abadía en Irlanda hasta Roma a través de un país en guerra. Pero la ambientación es excelente y se siente que todo transcurre realmente en el siglo XIII. La mayor parte de diálogos son en gaélico y los paisajes armonizan con la estética fría y sombría de toda la película. El argumento está planteado de manera muy inteligente. El contenido tiene una fuerte carga religiosa pero no es para nada una película cristiana y los hechos que parecen milagrosos tienen a la vez una explicación racional. Y menos cristianas son las escenas de combate donde hachas y espadas hacen generosas carnicerías de un realismo sangriento extremo. La producción es irlandesa y belga, y un buen ejemplo de que no hacen falta los presupuestos de las super producciones de Hollywood para conseguir películas de calidad. Como dato curioso no aparece ni una sola mujer en toda la película. Las feministas pueden decir que, como siempre, el heteropatriarcado machista invisibiliza el papel de la mujer.