Una corporación, maligna obviamente, desarrolla genéticamente una especie de marranos gigantes. Como parte del proyecto hacen un concurso publicitario, escogen a un granjero en diferentes países para que cada uno críe uno de estos marranos a ver quién consigue el más grande. En Corea la nieta del granjero convierte a la super marrana en su mascota y mejor amiga. Al cabo de diez años la corporación se lleva a la cerda gigante para sacrificarla y la niña empieza una persecución para liberarla en la que cuenta con la inesperada ayuda de un grupo de activistas pro-animales.
La película es un poco surrealista, parece la adaptación de un anime japonés. Combina el drama con situaciones, personajes y diálogos que por lo absurdos resultan cómicos pero es un humor un poco descabellado. Muy al estilo de Máquina de guerra, otra cinta de los mismos productores de Netflix. además hay escenas gráficas de maltrato animal que han herido la sensibilidad de algunos espectadores. De hecho, si uno es muy sensible y afín con la causa de la protección animal puede volverse vegano nivel cinco después de ver la película. No faltará el desalmado seguidor de Anthony Bourdain que piense en una lechona tamaño Okja preparada donde Doña Elsy. Queda planteada una cuestión interesante sobre cuál es el límite en que un animal es comestible o no en razón a su inteligencia o relación emocional con un humano.